En el día a día, la toma constante de decisiones puede volverse una carga. Cada elección, por pequeña que sea, consume energía mental y tiempo. Bajar el número de decisiones que enfrentamos nos permitirá ser más eficientes en nuestro trabajo diario. Para lograr esto, es esencial programar o automatizar ciertas decisiones. Andrea Rojas lo menciona claramente: cuanto menos tengamos que decidir, más energía tendremos para enfocarnos en lo que realmente importa.
Parece algo simple, pero en realidad tiene un impacto profundo. Pensemos en cuántas decisiones tomamos de forma innecesaria todos los días: ¿qué comer, qué hacer primero, a quién llamar después? Estas pequeñas decisiones, que parecen inofensivas, nos restan energía para tareas más importantes. Si logramos automatizar o programar algunas de ellas, como nuestras rutinas de trabajo o ciertos aspectos operativos, nos liberaremos para concentrarnos en lo que de verdad requiere nuestra atención.
Para aplicar esto de manera efectiva, el primer paso es identificar aquellas decisiones que se repiten constantemente y que pueden ser delegadas a una herramienta, un calendario o una rutina. Por ejemplo, programar correos electrónicos, establecer bloques de tiempo para tareas repetitivas o usar aplicaciones que gestionen ciertos aspectos automáticos de nuestro trabajo. Estas pequeñas acciones reducen la sobrecarga mental y nos permiten enfocarnos en tareas estratégicas.
El verdadero beneficio de esta estrategia es que nos permite dedicar nuestra energía a las decisiones importantes, esas que requieren creatividad y pensamiento crítico. Al minimizar las distracciones cotidianas, seremos más productivos y, sobre todo, más eficientes.