No culpes al campo: mira a tu equipo

Tu mayor cuello de botella no está en el campo, está en tu gente.

En muchas empresas agrícolas se invierte tiempo y recursos en maquinaria, sensores, software y procesos más eficientes. Sin embargo, cuando los proyectos se retrasan o las decisiones se estancan, la causa rara vez es técnica. El verdadero cuello de botella está en otro lugar: las habilidades humanas.

He visto organizaciones con equipos técnicamente brillantes, capaces de diagnosticar problemas, optimizar riegos o implementar sistemas de precisión, que aun así pierden oportunidades porque la información no fluye, las áreas no se comprenden entre sí o las ideas no se comunican con claridad a quienes toman decisiones.

El resultado: esfuerzos duplicados, fricciones internas y, en el peor de los casos, proyectos que no funcionan como deberían.

Porque sí, el dinero y otros recursos son necesarios, pero muchas veces más dinero no necesariamente soluciona los problemas dentro de las empresas. A veces basta con alguien que piense diferente o que tenga una habilidad distinta al resto.

El conocimiento técnico es indispensable, pero por sí solo no garantiza el avance de una organización. Lo que marca la diferencia es contar con profesionistas agrícolas que combinen ese dominio con habilidades humanas sólidas: comunicación clara, liderazgo, empatía, gestión de conflictos, escucha activa y capacidad de negociación. Estas competencias convierten la información técnica en acciones concretas, decisiones estratégicas y resultados visibles.

Para una empresa, esto no es un lujo ni un complemento: es una necesidad. Un ingeniero agrónomo que presenta sus resultados de forma comprensible para un gerente financiero logra mayor inversión en su proyecto. Un técnico que escucha las preocupaciones del productor adapta mejor las recomendaciones, evita conflictos y fortalece la relación. Un supervisor que motiva a su equipo incrementa el rendimiento diario sin requerir más recursos.

Combatir este cuello de botella comienza por reconocer que las habilidades humanas pueden y deben desarrollarse dentro de la organización. No basta contratar perfiles técnicamente preparados; es vital brindarles herramientas para potenciar su comunicación, influencia y liderazgo.

Propongo dos pasos que cualquier empresa puede implementar de inmediato:

  1. Entrenamiento intencional en comunicación y liderazgo. Los cursos genéricos son útiles como introducción, pero luego es necesario ofrecer formación práctica adaptada al contexto agrícola. Por ejemplo: cómo presentar datos técnicos a distintos públicos, conducir reuniones productivas o dar retroalimentación que motive sin generar resistencia.
  2. Cultura de visibilidad e impacto. Cada logro técnico debe traducirse en beneficios claros para la empresa y comunicarse de forma sencilla. Esto requiere espacios regulares para que los equipos compartan avances, resultados y aprendizajes, siempre alineados con las prioridades corporativas.

Cuando una empresa invierte en estas competencias, los proyectos avanzan con mayor rapidez, las áreas se coordinan mejor y las oportunidades se aprovechan antes de que la competencia las detecte.

Los profesionistas dejan de ser simples ejecutores para convertirse en actores clave del crecimiento, capaces de influir y liderar desde su especialidad.

En el agro, la innovación, la tecnología y la digitalización son esenciales, pero son las personas con habilidades humanas sólidas quienes logran que ese conocimiento y esa tecnología se traduzcan en resultados reales. Invertir en ellas no es un gasto: es la mejor estrategia para que la organización crezca, se adapte y lidere en un sector cada vez más competitivo.